LA ILUSIÓN DE NAVIDAD por Ana Vara

Una nueva entrega de nuestro entrañable amigo Don Fabián Flakes de la Roser

CUENTOS DE INVIERNO – I

Imagen tomada de Pinterest

Era Navidad y, aunque el día no caía en domingo, la fecha merecía la pena ser celebrada por todo lo alto, por ello, D. Fabián Flakes de la Roser invitó a todos sus amigos. Ese día, el cuento correría a cargo de un pequeño grupo de actores, contratado por D. Fabián, que lo iba a escenificar. El anfitrión había cuidado hasta el más mínimo detalle: el salón estaba decorado con un Nacimiento muy grande y un árbol de Navidad lleno de regalos para todos de parte de Santa Claus (incluyendo los de la boda de Bárbara y Flavius y los del pequeño Benjamín, que parecía estar algo perezoso para llegar al mundo, ante la impaciencia de padres, abuelos y amigos); también sonaba en el antiguo aparato tocadiscos, selecta música Navideña.

Los invitados fueron llegando. Ellos también aportaban regalos que Santa Claus había dejado en sus casas. Y, con un efusivo abrazo de Feliz Navidad para D. Fabián y el resto de amigos, se fueron sentando alrededor de la gran mesa de comedor que Bárbara y Flavius habían dispuesto con primor. El té de ese día también tenía algo de especial: no era té, sino chocolate con picatostes, además de un gran surtido de fiambres, sándwiches, quesos, dulces y refrescos. La fiesta iba a comenzar; fiesta que debió costarle a D. Fabián un dineral que no le sobraba, pero para sus amigos todo era poco…

A media merienda las luces se apagaron dejando el salón a oscuras, salvo la luz proveniente del fuego de la chimenea. Un ¡oh! General se oyó, seguido de algún cuchicheo. Luego…silencio expectante.

Sin explicarse nadie cómo lo han podido hacer, aparece volando por el jardín para luego, abriéndose los ventanales de para en par, entrar en la casa, un moderno trineo a motores donde va sentado Santa Claus al frente de un potente ordenador que controla constantemente. El trineo va seguido de un tren de caravanas en las que van depositados los regalos. La caravana de cola transporta dos renos, junto a cuatro duendecillos que los cuidan.

El trineo y las caravanas se posan en el suelo del salón ante la admiración y entusiasmo de los presentes, todas las luces se encienden y Santa Claus baja de su trineo.

  • ¿Hay algún niño en la casa? – pregunta con una voz muy profunda- ¡Ah! ¡Ya veo dos ahí sentados! ¿Cómo os llamáis?
  • Yo, Josefito.
  • Y yo, Inesita.
  • Ja, ja, ja…Ya veo que estáis algo nerviosos. Yo voy de camino con mis ayudantes y los renos repartiendo regalos a los niños y también a los mayores que creen en mí.
  • Pero la Tierra es muy grande para que lo pueda usted hacer tan sólo en un día- le replicó Josefito.
  • Es verdad- dijo Inesita- ¿Cómo lo consigue usted, Sr. Santa Claus?
  • Antes había que trabajar muy duro, con muchos renos y multitud de ayudantes y, a veces, llegábamos tarde. Pero ahora, con las nuevas tecnologías lo tenemos fácil. Todo es automático y la velocidad es enorme. Ya no hay problemas. Con dos renos y cuatro trabajadores, la cosa marcha. – ¡Pati! ¡Clore! ¡Hunde! ¡Sacha! Salid de vuestra caravana y sacar a los renos.

Los duendecillos saltaron ágiles de sus asientos y luego cogieron por las riendas a los bellos animales blancos que obedecieron mansamente.

  • ¿Ven ustedes estos magníficos ejemplares? Pues no crean que son como cualquier reno… ¡Ellos son capaces de volar porque son mágicos!: – ¡Pati! ¡Clore! ¡Hunde! ¡Sacha! ¡Dad la orden!

En un instante los renos mágicos se elevaron como dos plumas de ave

  • ¡oh! ¡Ay! ¡Uyyy! ¡Es increíble! – Los asistentes estaban boquiabiertos.
  • Pues ahora van a ver ustedes lo mejor: – ¡Pati! ¡Clore! ¡Hunde! ¡Sacha! Enganchad los renos a las caravanas de los regalos y dadles la orden de reparto- ordenó Santa Claus-, e inmediatamente salió por los aires el tren de caravanas con los renos al frente.
  • ¡Pero, santa Claus! ¡Usted siempre va al frente! – dijo Helga Von Gutierrez.
  • ¡Naturalmente, señora mía! Esto es sólo una pequeña demostración.

Y realmente fue así porque a los pocos minutos las caravanas de los regalos con Pati, Clore, Hunde, Sacha y los dos renos, estaban de vuelta.

De nuevo apagón de luces. Otra vez: ¡Oh! ¡Ah! ¡Uyyy!

El salón se ilumina con multitud de lucecitas blancas que simulan la nieve. Santa Claus interviene de nuevo; esta vez para dar una sorpresa mayúscula: saca de la mano a una hermosa señora toda vestida de blanco nácar que estaba detrás de las cortinas y la presenta:

  • Es mi esposa- dice-, me acompaña a todas las partes, aunque es tan discreta que apenas se deja ver, pero sin ella yo no sería nada.
  • Buenas tardes- saluda la señora con una sonrisa celestial-. Me llamo Estrellabella y ayudo a mi marido todo lo que puedo en esta dura tarea de repartir regalos por toda la Tierra. Allá arriba hace mucho frío y Santa necesita cuidados; ya es muy mayor y un resfriado fuerte podría ser muy peligroso; el año pasado tuvo uno que le obligó a permanecer en cama 15 días.
  • ¿Y qué pasaría si Santa se muriese? – preguntó Monsieur Facón, marqués de Sondesondo- ¿No tienen ustedes descendientes que continúen el trabajo?
  • Santa Claus no puede morir. Por mandato divino, ha de permanecer vivo toda la eternidad para que las ilusiones de chicos y grandes también permanezcan vivas…
  • ¡Bieeen! – gritó Flavius- ¡Vamos a tener un nietecito enseguida, Santa Claus! ¡También tendrá sus regalitos!
  • Lo sé. Lo sé.
  • ¿Qué ya lo sabía usted?
  • ¡Naturalmente, yo lo sé todo! ¿Cómo podría si no moverme por todo el mundo con los regalos correspondientes?
  • Bueno, tendrá usted, señor Santa, informadores repartidos por todas partes…
  • Eso también. Y la informática ayuda mucho…

 A continuación, Estrellabella, la esposa de santa Claus, reúne a los cuatro duendecillos, Pati, Clore, Hunde y Sacha y los coloca a su izquierda. Luego coge a los renos y los coloca a su derecha. Y a Santa Claus lo coloca en el centro, delante de ella. Estrellabella, de espaldas al público, coge su batuta para comenzar a dirigir el coro. Es precioso verlos: todos ellos van vestidos de colores verde, azul, negro y amarillo con gorritos puntiagudos, y Santa, con una barba nacarada que hace juego con el vestido de su mujer. Uno, dos, tres…comienzan las canciones. Estrellabella dirige magistralmente el coro que interpreta “Blanca Navidad” y “Noche de Paz”.

Terminan, el público aplaude emocionado, la compañía de teatro se inclina saludando respetuosamente y, tras recoger su atrezo, se marcha atravesando el jardín y saludando de lejos a los espectadores que se han quedado con ganas de más función. La representación ha terminado pero la merienda continúa. Esa tarde parece no acabar nunca, los invitados no paran de comentar todo lo ocurrido (ni de comer, seguramente debido a la excitación). D. Fabián sonríe satisfecho; ese día es uno de los más felices de su vida.

La hora de la despedida se aproxima, pero nadie parece querer irse de aquel ambiente acogedor. Hasta Bárbara, con su característico sentido del humor, grita a los invitados: “Ya son las 23.00h. Vamos, vamos, ¿pero es que ustedes no tienen casa?¡Van a encontrar lobos por el camino!” Todos ríen y se levantan de sus asientos, con pena, recogen sus regalos, se visten sus abrigos y tras agradecer de todo corazón la maravillosa velada a D. Fabián Flakes de la Roser, salen de la casa con el corazón lleno de gozo.

El libro LAS TERTULIAS DE DON FABIÁN FLAKES DE LA ROSER está a la venta en las librerías de Valladolid:

“El Sueño de Pepa”- Plaza Mayor

“Campus”- Plaza de san Andrés”

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